4/8/09

Andres, el mundo y yo II

Bueno, despues de la primera etapa de no darnos bolilla vino la etapa de conocernos. Fue como ya dije, algo muy sutil, yo tenía la cabeza quemadísima tratando de cortar los histeriqueos de Gustavo y de resignarme a mi vida con Diego y él estaba bastante ocupado tratando de adaptarse a los horarios rotativos, al trabajo estresante y a la fauna hotelera.
Creo que nuestras primeras conversaciones tuvieron que ver con celulares, era la etapa de apogeo de esos aparatos, cuando recien empezaban a ser algo que todo el mundo tenia y cuando todos los meses salía un modelo nuevo y que alguien lo tenga significaba que vengan hasta de otros sectores para verlo, como si hubieras traido a tu hijo recien nacido al trabajo, o aun más... El estaba tratando de convercer a su hermano, que trabajaba en Movistar, que le consiga un V3i liberado y se enojaba cuando este le decía que no, hasta que un día llegó al trabajo feliz luciendo su nuevo celular y solo algunos privilegiados pudimos revisarlo debido a la paranoia común de todo poseedor de "chiche nuevo"
A partir de ahí empezamos a congeniar un poquito más, el se quejaba de los huespedes y yo le daba apoyo, ya sea burlandome de ese huesped, poniendo algun punto a favor de la situación o contandole sobre huespedes peores. Cuando tenía algun leve enfrentamiento con compañeros, yo, ya más experimentada en lidiar con ellos, le daba algunas pautas para mejorar su situación.
Luego, paulatinamente, empezó a contarme que tenía problemas con su novia. Eran siempre comentarios esporádicos sobre los celos de ella o las discusiones que habían tenido el fin de semana. Al principio apenas lo escuchaba, luego le presté más atención y me reía de lo que contaba por más serio que fuera, diciendole que ya estaba grande para pelear con su novia por pavadas dignas de chicos de 15 años. Es que esas cosas en mi mundo no existían, siempre fui muy tranquila y diplomática a la hora de resolver conflictos.
La cosa es que parece que mis comentarios le servían o le hacian sentir bien o solo lo bajaban a tierra y eso era algo nuevo para él, pero de a poco se fue sintiendo más comodo contandome sus cosas, hasta que llegamos a que me cuente los verdaderos conflictos que habían no solo entre ellos, sino con su familia y su vida también. Era un especie de terapia informal y desordenada que tenía lugar en cortisimos momentos de respiro entre check ins, check outs, llamados telefonicos de a miless y las escapadas de 5 minutos a la sala de descanso.
Yo también empecé muy de a poquito (cuando digo, sutil, paulatino, de a poquito, quiero decir que todo este proceso llevó como 6 meses) a contarle mi historia con Diego, mis dudas, mis frustraciones, mis sentimientos mezclados, y desde entonces entablamos una relación mucho más cercana.
Empece a esperar con ansias que se hicieran las 14hs para compartir solo una horita el turno con él y luego bajar juntos a tomar un cafe (él en su descanso de 5 minutos y yo ya fuera de turno) los días que trabajaba a la tarde, o bajar a desayunar muy tempranito a la mañana para que él me haga compañia antes de irse a su casa cuando trabajaba a la noche o los domingos y lunes en que compartiamos el turno entero para charlar de nuestras cosas, contar anécdotas graciosas, reirnos de todo y de todos y tomar toneladas de café de máquina en todas sus variantes. A él le pasaba exactamente igual...
Descubrimos que teníamos el mismo sentido del humor: acido, ridiculo e infantil; que nos gustaba ser malos con la gente, que teníamos el mismo sentido de justicia y que ambos queríamos deshacernos de nuestras parejas pero no podíamos. Nos sentíamos como 2 compinches fracasados y cada uno era el burlón consuelo del otro.
Yo no me di cuenta, ni siquiera lo sospechaba, pero para ese entonces él ya me estaba mirando con otros ojos...

HABRA MÁS...

 
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